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Viaje a ninguna parte

El viaje a ninguna parte

Si hay alguien en este país que caló a Pedro Sánchez, ese fue Albert Rivera.

Su profecía sobre el Plan Sánchez se ha ido cumpliendo paso por paso y es sociológicamente estudiable el hecho de que el hombre que tuvo esa visión sobre el desmantelamiento de la democracia de este país esté retirado de la política y su partido, prácticamente desahuciado del escenario electoral.

Albert Rivera se despidió de la política un 11 de noviembre de 2019 tras pasar Cs de 57 a 10 escaños en la repetición electoral tras su sonado “NO” a pactar con Sánchez. Y mucha gente vio en esa negativa el motivo del descalabro electoral. Y si, fue un revés electoral, pero el verdadero error de Ciudadanos no fue negarse a pactar con Sánchez. El verdadero error ha sido la autoflagelación permanente y el intento infructuoso de corregir ese “error”.

Acercarnos al espacio del centro izquierda, nos ha ido colocando en el abismo electoral.

Durante la presente legislatura desde Cs se han hecho esfuerzos orientados a gesticular un viaje hacia el centro izquierda (léase apoyo a los Estados de Alarma, moción de censura en Murcia, reforma laboral, Ley del Si es Si, etc.…) que más que acercarnos al espacio del centro izquierda, nos ha ido colocando en el abismo electoral. Porque el votante que veía en Ciudadanos una oferta reformista liberal con sentido de país no entiende que un partido que enarboló sin complejos la bandera de España en esta democracia se tire al monte a apoyar al mayor liberticida de nuestra era.

Ese camino, el de intentar ocupar la centroizquierda, se ha intentado de forma infructuosa demasiadas veces en este país. Y ese viaje, es el viaje a ninguna parte. El viaje a la nada. El verdadero agujero negro del escenario electoral. Es un espacio absolutamente ocupado por el PSOE. Porque, además, Sánchez sabe que, en ese tablero estratégico, a mayor radicalidad de sus socios, mayor moderación se percibe de él en el electorado. Por eso Sánchez está más cómodo con un radical como Iglesias que con una ministra de los Mundos de Yupi como Yolanda Díaz. Por eso Sánchez se sienta con Bildu, con Esquerra y con cualquiera que represente lo más detestable de la política. Porque cuanto más radical el socio, más imagen transmite de moderación entre el electorado de izquierdas. Llevar a la práctica el “cuanto peor, mejor” que pregonaba Rajoy.

Leí una vez un artículo que decía que Ciudadanos era el único caso de partido que renegaba de sus electores. Me parece una descripción acertadísima visto lo visto. Porque le pese a quien le pese, el votante de Ciudadanos es o era un votante de centro derecha. Alguien que percibía en este proyecto político un aroma de modernidad, libre de los –no pocos- complejos del espacio electoral de la derecha en España. Y hoy, en pleno debate sobre su refundación, acercarnos al espacio del centro izquierda, nos ha ido colocando en el abismo electoral., justo cuando cobra más sentido que nunca reivindicar su sonado “NO”.

El primer paso para la supervivencia de Ciudadanos debería ser precisamente sacar pecho de aquel “NO”.

Porque no tiene sentido avergonzarse de haber negado apoyo a quien ha indultado a los golpistas o ha intentado asaltar al poder judicial. Reclamar el legado de Albert Rivera y volver a la senda que nos convirtió en una verdadera opción para Gobernar la nación. Un discurso liberal y reformista, que huya de los muy poblados complejos que tienen los partidos conservadores de este país.

Albert Rivera y su vaticinio a Pedro Sánchez.

Y asentarse en ese espacio electoral, con discurso e identidad propia, no supone como algunos venden subalternancia con el Partido Popular. Porque el PP lo único que ha hecho ha sido ocupar el hueco que hemos dejado libre en nuestra huida a ninguna parte. Siempre seremos más atractivos como una opción moderna del espectro conservador que como una opción conservadora en el espectro llamado progresista. Porque eso es el centro a ojos del elector; una opción “progre” de la derecha y una versión “facha” de la izquierda.

E igual que volver a captar la atención de nuestro tradicional votante no tiene que suponer subalternancia con el PP, tampoco tiene porque significar vetar para algunos acuerdos al PSOE. Yo mismo alcanzo acuerdos con los socialistas prácticamente a diario. Pero siempre en beneficio propio y no en beneficio del rival. Y apoyar al PSOE en cuestiones de estado como la Ley del Si es Si o la Reforma Laboral, solo ha beneficiado y perpetuado al Sanchismo en detrimento de nuestro ya menguado espectro electoral. Es más, son muchos más los votantes moderados de centro derecha que saben que se necesita un puente entre el PP y el PSOE que ellos nunca van a construir, que votantes de izquierda que acepten acuerdos con el espectro conservador.

Por eso, en estos días en que Ciudadanos se juega su supervivencia política, quiero reclamar la atención sobre esto. Hay muchos fallos en materia orgánica que corregir. Hay que sacar del aparato a los mediocres que se dedican a perseguir a los que no comulgan con las ruedas de molino que se intentan imponer. Hay que volver a ilusionar a militancia y electorado, pero, sobre todo, tenemos que saber que queremos ser de mayores. Pero para ello tenemos que pensar que espera la sociedad de nosotros. Y de nosotros no esperan que corrijamos el viaje a la radicalidad del PSOE. Ese camino lo tiene que hacer –si quiere- el socialismo español.

Nuestro futuro está en lo que el elector espera de Ciudadanos.

Y de Ciudadanos no se espera una alternativa al socialismo, sino un proyecto que defienda lo que Albert Rivera siempre pregonó; un proyecto transformador de este país, que sea un verdadero dique de contención de populismos y nacionalismos. Justo en este momento. En medio del debate sobre nuestra supervivencia y con los últimos acontecimientos de nuestro país, el mayor suicidio político que podemos cometer es renegar del mayor legado que ha dejado a los españoles este partido. El legado de Albert.

Ildefoso Ruiz Padilla

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