
La caída de las democracias liberales
Hoy los demócratas estamos de bajón.
Tal y como sucediera en el preludio de la II Guerra Mundial, después de unas elecciones democráticas sube al poder un partido de corte claramente totalitario en un país europeo. Sin disimulos.
Pero, en mi caso, el mayor desasosiego no se produce por estos resultados electorales (previsibles desde hace tiempo), sino por la reacción de los que, en teoría, deben de ser los garantes de la democracia liberal, y de las libertades sociales, que, a su vez, han sido también los culpables (en el peor de los casos) o los cómplices necesarios (en el mejor) para que esto se produzca.
Aquí va mi análisis: Fiel a mi estilo, creo que para tener una opinión inteligente debemos hacernos las preguntas adecuadas para entender la situación al completo, y, lo más importante, para poder actuar en consecuencia.
Lo primero de todo: en una Europa cada vez más abierta, con mayores libertades, con más turismo, más cosmopolita… ¿Cómo pueden alzarse con la confianza de los votantes partidos provincianos, autoritarios, y que defienden una sociedad más cerrada y autócrata? Pues resulta que llevamos décadas defendiendo que las sociedades más abiertas nos llevarían a sociedades más justas (donde no hubiera solamente más igualdad, sino y más importante, más igualdad de oportunidades) y que los partidos políticos nos darían mejores sistemas para que los ciudadanos estuviéramos bien representados y nuestros gobernantes mejor controlados. Pero, a la hora de la verdad, ¿esto ha sido así? Bueno, primeramente nos hemos dejado arrastrar por un buenísimo absurdo, que nos ha llevado a otorgar la nacionalidad o permisos de residencia de nuestros países de forma incoherente, en ocasiones a auténticos criminales, cuando deberían de ser recompensas para personas que lo merecieran.
A mayores, nuestros políticos se han convertido en una casta.
En muchos casos insultante para la inteligencia humana, que han prostituido de las peores maneras nuestro supuesto Estado de Bienestar. La gente, que no es tonta, se ha dado cuenta de cómo la delincuencia se ha vuelto mucho más insoportable, mientras que, a la vez, la corrupción institucional se convertía en costumbre. Y, mientras todo esto pasaba, la calidad de vida disminuía.
Y claro, con todo esto sembrado, de golpe, aparecen hombres y mujeres, con discursos fuertes, claros, de no sometimiento, que muy acertadamente culpan a esta degradación política de que la vida para el común de los mortales en nuestros países sea cada vez más miserable. Y, lo más importante, dan a la ciudadanía (como en su día hizo Hitler con los judíos) un enemigo al que batir. En este caso, el globalismo. Siempre está la mano de Soros, Bill Gates o la Reina de Inglaterra (D.E.P.) detrás de cada crimen o decisión política.
Y aquí, señores, está el problema.
El problema estatal, y la tumba de las democracias liberales: hemos normalizado la estupidez política. ¿Qué ocurre si cada vez eres más pobre, o si no encuentras trabajo? Que tienes a un político liberal, que, en vez de hablarte de la mochila austríaca, te habla del feminismo liberal. ¿Qué ocurre si cada vez se te hace más inasumible la factura de la luz? Que un político liberal te habla de ayudas al desarrollo en Mali. ¿Qué ocurre si al político de turno le salpica un caso de corrupción? Que el político liberal ha dejado de hablar de prohibir los indultos y los aforamientos, y te habla de “comisiones de investigación”. Y ahora, nos llevamos las manos a la cabeza. ¡Que radicales los italianos! ¡Que tonto el votante medio!.
En mi tierra, tuvimos a liberales gobernando el área de la sanidad. Pasamos de cuestionarnos el sistema, de querer reformarlo y destruir lo que no funciona, a hacer anuncios de que éramos los que más dinero habíamos invertido en dicho sistema… no había ninguna diferencia entre el discurso de los “liberales” y el discurso de los “comunistas”. Y claro, ahora nos sorprendemos de que muchos liberales, estén votando a fascistas.
Y otra vez, las manos a la cabeza. Y, otra vez, que tonto el votante…
Pues permítanme la licencia: váyanse todos a la mierda. El pueblo, sea de donde sea, lo que quiere es vivir bien. Si se vive bien en un sistema comunista, se levantarán comunistas, y si se vive bien en un sistema fascista, se levantarán fascistas. El problema viene cuando nuestros políticos liberales llevan décadas haciendo que el pueblo cada vez viva peor. O, en el caso de España, que reconozcamos que no han tocado mucho poder, que hayan sido cómplices de este sistema.
Hoy los italianos se han levantado fascistas, sí, pero eso no es un problema. Lo digo en serio. Como las rabietas de un adolescente, si sabes canalizarlas, esas cosas se pueden ir tan rápido como han venido.

El problema es que los liberales llevamos décadas levantándonos alelados.
Es muy urgente recapacitar sobre esto, porque Italia no ha sido el comienzo. Lo vimos con el Brexit, y muchos ya avisamos de que eso iba a ser solo el principio. Necesitamos que los políticos liberales recuperen ese espíritu de lucha, esos discursos fuertes, que, defendiendo la libertad, carguen con decisión contra el libertinaje. Que entonen el mea culpa. Que entiendan que los culpables son ellos.
Necesitamos más rebelión, para combatir la revolución.
Necesitamos más liberalismo de calle, y menos liberalismo de despacho.
O eso, o los tontos seremos nosotros…