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Sobre Espadas y Reyes

Por Gonzalo Rubio.

Durante el acto de toma de posesión de Gustavo Petro en Colombia, el Rey de España no se levantó al paso de la espada de Bolívar.

Su Majestad el Rey recibe el saludo del Presidente electo de la República de Colombia, Gustavo Petro. Foto Casa de S.M. el Rey.

La polémica está servida. Pero, ¿hizo bien o mal? ¿se comportó como un buen representante de España? Si queremos ser ciudadanos libres e inteligentes, debemos analizar todo en su conjunto, dejando dogmas a un lado. Hoy, aporto mi granito de arena en esa difícil tarea.

Lo primero que debemos ver, es la figura del Rey en esa situación específica. No está ahí de vacaciones, sino que está cumpliendo con su deber, representando a España. Por ello, no puede hacer lo que le venga en gana.

Utilizando este argumento, los enemigos de la Corona (PODEMOS, ERC, Bildu, Puigdemont,…) han arremetido contra él. Alegan que hay que mostrar respeto a un país extranjero, mostrando respeto a sus símbolos nacionales. Esto es cierto, pero se olvidan de mencionar que la espada en cuestión NO es un símbolo nacional colombiano. Los símbolos oficiales de este país son los siguiente: la Bandera, el Escudo y el Himno. Y luego tiene otros, aceptados por costumbre como símbolos nacionales, aunque no sean oficiales, que son el Cóndor de los Andes, la Palma de Cera del Quindío y la Orquídea.

A todo esto, podemos sumarle el hecho de que estos actos están programados al milímetro. En ningún caso estaba prevista la entrada de la espada en este. Fue algo que se “improvisó”.

Lo segundo que debemos analizar es la figura de Bolívar en la historia. Y para esto hay que dejar de lado nacionalismos, tanto españoles como colombianos/venezolanos.

Bolívar fue un español, aristócrata, noble y esclavista, que se enfrenta a la España peninsular porque pidió que se le concediera el marquesado de San Luis, y la petición fue denegada. A raíz de esto, se estableció en París en 1804, y viaja por Saboya y el resto de Italia, afiliándose a la logia masónica (enemiga declarada de España), y jurando en Roma, en agosto de 1805, que no descansaría hasta destruir el Imperio Español. En resumen, nunca persiguió la libertad de ningún pueblo, solo fue una excusa para luchar contra su enemigo político, esto es, España.

Durante la guerra las matanzas a sus enemigos, rendidos, desarmados, indefensos, o, directamente, civiles, fue el acto más común de su estrategia. Por poner unos ejemplos, en 1813 tras la batalla del Tinaquillo, desembocó una masacre difícilmente cuantificable. Cientos de hombres, como decíamos antes, indefensos. Personal no militar. Comerciantes. Le dio todo igual.

Tiempo después, derrota a los despojos del ejército realista en Acarigua, y ejecuta a machetazo limpio a unos 600 españoles, ya rendidos y desarmados.

Más tarde, pese a las súplicas del arzobispo de Caracas, accede al hospital de esta ciudad y remató a los enfermos indefensos que yacían en camas. Algo después ejecutó una matanza de prisioneros en Boyacá.

Por si esto fuera poco, hay registros de otra matanza más, de los náufragos de una fragata española en la Isla de Margarita. Esta última, trascendió tanto en el plano internacional, que fue noticia en los diarios franceses e ingleses.

Y esta espada de este personajazo histórico, es la que le sacaron al Rey de España, sin previo aviso, a traición (Bolívar estaría orgulloso).

Intervención del Presidente de la República de Colombia. Foto Casa de S.M. el Rey.

Explicado esto, la pregunta es la siguiente: ¿por qué el presidente entrante, con subterfugio y alevosía, intentó poner al Rey de España contra las cuerdas, en su acto de toma de posesión? ¿Qué interés puede tener un presidente para acometer semejante acto?

La respuesta en realidad es muy simple: es una vieja norma política, que dice que, si no eres capaz de resolver los problemas internos de tu país, te busques un enemigo externo al que echar la culpa. Hay muchos ejemplos en la historia de la humanidad, y muchos de ellos en Iberoamérica: Hitler y los judíos, la Argentina de la Junta Militar que llegó a declarar la guerra a Gran Bretaña por las Malvinas, el presidente de México que es incapaz de luchar contra el narcotráfico, o de sacar a su pueblo de la pobreza extrema y se pasa las horas del día exigiendo a España que pida perdón por la época virreinal, o la idéntica situación del Perú.

Gustavo Petro, como buen político populista, sabe que sus políticas van a fracasar.

No es de extrañar, pues han fracasado allí donde se han implementado y Colombia difícilmente va a ser una excepción. Por tanto, con la lección bien aprendida de todos los ejemplos antes enumerados, sabe que va a necesitar ofrecer a su pueblo, cuando estén más hundidos en la miseria que nunca, una confrontación contra un enemigo externo. ¿Y este enemigo quién es? Pues siendo una parte de un antiguo virreinato español, y no teniendo conflictos territoriales con otras potencias (como el caso argentino con las Malvinas), la respuesta es sencilla: seguir el ejemplo de México y Perú, y emprender una campaña contra España.

Y es aquí donde los españoles no debemos caer en la trampa del falso relato.

Debemos dejar de creernos la historia de España, contada por los enemigos de España. Y debemos empezar a cuestionarnos cosas que dábamos por hechas. Analizar el porqué, tanto el presidente de Colombia como el Rey de España, han actuado como han actuado, y no dar rienda suelta a las explicaciones, ni de VOX, ni de PODEMOS o ERC.

Con esto de la mano, mi humilde conclusión no puede ser más clara: a este ciudadano español que soy yo, abiertamente republicano, no le podría haber representado mejor el Rey de España en esa toma de posesión. No hay ninguna ideología capaz de comprar mi dignidad.

Gonzalo Rubio

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